La abuela en los almácigos doblada,
Bajo un sol tímido su rostro enjuto
Es la flor del zapallo transmutada
Y única luz sobre su medio luto.
Bordadoras de surcos, sus frescas manos
Trillando van el yuyo y la gramilla,
De tomates, lechugas y agrias frutillas
En su cesto de inviernos y de veranos.
Mi barco ya ha arribado a tanto puerto
Que todas las memorias empalidecen.
Sólo por los caminos de su alto huerto
La abuela y sus verduras reverdecen.
Y en eterna y dorada agricultura
Es una estampa plena de ternura.
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