La helada le quemó la comisura
Y la tormenta le golpeó en la herida
Cayó de plano la mitad del árbol
Con sus ramas más finas.
Era un jacarandá, Joven y airoso
Que aún no florecía.
Sus verdes hojas nuevas con las brisas
De pocas primaveras se mecían.
Tomé del barro con que Dios hizo al hombre
Y embadurné su llaga.
Y el tronco gris vendado en su costado
Con los brazos abiertos quedó en zaga.
Sin nidos pues los pájaros huyeron
Postrado en el invierno
Entre el cielo y la tierra malherido
Quedó su corazón solo y abierto.
Sin consuelo la aurora lo lloraba
Con su débil rocío
Y al pasar las hormigas por sus ramas
Torcían el camino.
En el aire mecíase sin gracia
Pequeño y aterido
Cuando la tarde no se demoraba
En su cuerpo vencido-
Llegó el templado sol de primavera
Al pasar de los días,
Y en sus dos partes con rosada lumbre
El árbol florecía.
Violáceos ramos de encendidas flores
Surgieron de su espera
Para el celeste cielo conmovido
Y la bruñida tierra.
Maria Rosa Melendez
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